El equipo del investigador Juan Carlos Izpisúa ha logrado crear por primera vez quimeras de humano y mono en un laboratorio de China, un importante paso hacia su objetivo final de convertir a animales de otras especies en fábricas de órganos para trasplantes. El grupo de Izpisúa, repartido entre el Instituto Salk de EE.UU. y la UCAM, ha modificado genéticamente unos embriones de mono para inactivar genes esenciales para la formación de sus órganos. A continuación, los científicos han inyectado células humanas capaces de generar cualquier tipo de tejido. El fruto es una quimera de mono con células humanas que no ha llegado a nacer, ya que los investigadores han interrumpido la gestación.
Ya desde hace más de una década en Reino Unido se permite “la transferencia de un núcleo de célula somática humana a un óvulo animal previamente enucleado. La creación de un ser vivo a partir de la fusión de una célula humana y otra animal, una figura nueva dentro de la biología, tan nueva, de hecho, que ha habido que generar una denominación específica para referirse a ella (híbridos citoplasmáticos o en su denominación inglesa, cybrids), ya que los nombres tradicionales de quimera o híbrido no se ajustaban de forma adecuada a este producto de la ciencia”.
También Japón ha dado luz verde a la creación de embriones animales que contengan células humanas, las denominadas quimeras humano-animal, para después trasplantarlas a hembras animales para su gestación, según ha sido publicado en la revista Nature. Hasta hace escasos meses esta práctica estaba prohibida y limitada a la fecundación de embriones quiméricos que nunca podrían desarrollarse más allá de los 14 días y, por supuesto, nunca implantarse en ningún útero, humano o animal. A día de hoy, es posible no sólo fecundarlas y permitir su desarrollo más allá del día 14, sino que también se permite la implantación en útero de animal, así como su nacimiento. No es nada nuevo, desde hace años este tipo de experimentos estaban permitidos en Estados Unidos e Inglaterra, pero nunca hasta ahora se había permitido el nacimiento del animal quimérico. El investigador que lleva a cabo el experimento ha afirmado que no llevará a término embriones híbridos, al menos de momento, aunque espera hacerlo en un futuro no muy lejano con embriones híbridos en cerdos desarrollados hasta los 70 días. La finalidad de esta investigación es estudiar ciertas enfermedades humanas en modelos híbridos, para conocer el desarrollo embrionario y, en un futuro, para poder obtener órganos humanos en animales y quizá utilizarlos en trasplantes. De momento existen toda una serie de cuestiones técnicas y obstáculos que superar, además de numerosos problemas de índole ética.
Entre otras, podría suceder que las células humanas inyectadas en el embrión animal pudieran ir más allá del desarrollo del órgano deseado y quizá llegar al cerebro del animal en desarrollo, pudiendo afectar a las funciones cognitivas o a las gónadas del animal. Algún autor habla incluso de la posibilidad de dar lugar a células reproductoras humanas o gametos, posibilidad inquietante, y que un animal pueda generar a un humano, algo que a día de hoy todavía es ciencia ficción.
Otro problema ético relevante es el uso de células madre obtenidas de embriones humanos, para cuya obtención es necesario crear un embrión in vitro y su posterior destrucción. Esto es inaceptable en cuanto que atenta contra la vida y la integridad física del embrión, además de todos los problemas que conlleva la fecundación in vitro. En este momento supone pura experimentación sobre embriones humanos y su uso posterior, conculcando su reconocimiento como seres humanos y su intrínseca dignidad.
Si bien estos experimentos pudieran producir importantes conocimientos y su potencial fin pudiera ser lícito (obtener órganos para trasplantes), no lo son los medios utilizados, los posibles daños que estos pudieran causar y las consecuencias, todavía desconocidas, que pudieran tener. Por otra parte, ¿qué derecho tenemos a modificar genéticamente una especie y cuáles pueden ser las consecuencias de dicho cambio? ¿Cuáles podrían ser los efectos secundarios de crear órganos en animales, compatibles con el ser humano, pero que coexisten con tejidos de otra especie? ¿Podría suponer esto un riesgo para la salud de las personas? Los interrogantes son numerosos y están sin resolver. En esta cuestión como en tantas otras se demuestra que la ciencia se desarrolla a una velocidad y que la reflexión ética y antropológica siempre van detrás. Es necesario potenciar esta reflexión, ser prudentes y no hacer nada que pueda dañar o perjudicar al embrión, a la vida y a la salud de las personas y generaciones futuras. Se requiere aplicar con especial cautela el principio de precaución y de responsabilidad. Ni lo sabemos todo, ni somos dueños absolutos de la naturaleza.